Profesionales y
posverdad:
La responsabilidad
colectiva como arma contra
la falacia digitalizada
Professionals and
Post-Truth:
Collective Responsibility
as a Weapon
against Digital Lies
aDResearch ESIC
Nº 21 Vol 21 · Primer semestre, enero-junio 2020  págs. 70 a 83
Caldevilla Domínguez, D. y García García, E. (2020)
Profesionales y posverdad: La responsabilidad colectiva
como arma contra la falacia digitalizada
aDResearch ESIC. Nº 21 Vol 21
Primer semestre, enero-junio 2020 · Págs. 70 a 83
https://doi.org/10.7263/adresic-021-04
David Caldevilla Domínguez
Universidad Complutense de Madrid
davidcaldevilla@ccinf.ucm.es
Enrique García García
Forum XXI
garcicomunicación@gmail.com
Tema principal: Posverdad, también conocida como mentira emotiva: término de nuevo cuño
que describe la distorsión intencional de la realidad, pretendiendo con ello crear y orientar una
tendencia de la opinión pública para inuir en las posturas de la sociedad. Esta denición y
la realidad que representa tiene una presencia e importancia creciente en la vida moderna: la
elección de Donald Trump, el auge de los separatismos, el Brexit o la irrupción de la ultraderecha
son fenómenos de plena actualidad, salpicados por el fantasma de la post-verdad.
Desarrollo lógico del tema: Basta consultar las redes sociales cada mañana para, por moda
estadística, hallar un bulo en movimiento. Un bulo conocido por su autor e incuestionado
por quienes lo comparten: noticia ilustrada iguala a realidad. Aunque el recurso a la mentira
en política o por causas ideológicas está lejos de ser un invento reciente, la forma en que
este fenómeno ha crecido y se ha descontrolado como elemento de inuencia en la opinión
pública es lo que ha propiciado su metamorfosis en el término «posverdad».
Punto de vista y aportaciones del autor: La interconectividad debería escudarnos de la ma-
nipulación por parte de propagandistas profesionales, nos ha hecho más vulnerables frente
a las mentiras pueriles y sencillas… informaciones que serían fáciles de desmentir, pero que
quedan protegidas de ello por la indolencia colectiva y el estilo de vida acelerado.
Repercusiones y conclusiones: Tras décadas de democracia consolidada y exitosa, la sociedad
se encuentra por primera vez ante una amenaza que solo puede ser combatida ecazmente
por parte del ciudadano de a pie. El esfuerzo propagandístico y educacional que sería pre-
ciso para resolverlo desde las instituciones llega al impensable escenario de la reeducación
forzosa para la estandarización de criterios. Es preciso crear en el mayor número de personas
la concienciación de la necesidad de autoformarse en la lectura crítica y la comprobación de
datos, ante la creciente irrelevancia del periodista como mediador. O en su defecto, trabajar
desde los grupos de comunicación para revertir la pérdida de credibilidad de estos.
Main theme: Post-truth, also known as emotive lie: a new term that describes the intentional
distortion of reality, thus intending to create and guide a tendency of public opinion to inuence
the ideas of society. This denition and the reality it represents has a growing presence and
importance in modern life: the election of Donald Trump, the rise of separatisms, Brexit or the
irruption of the far right are rst-line issues, tainted by the specter of post-truth.
Logical development of the matter: It is common to check the social networks every morning
to nd, in statistical fashion, a lie in motion. A hoax known by its author and unquestioned by
those who share it: illustrated news equals reality. Altho ugh resorting to lies in politics or for
ideological reasons is far from being a recent development, the way in which this phenomenon
has grown and become uncontrolled as an element of inuence in public opinion is what has
led to its metamorphosis in the term «Post-truth».
Author’s point of view and contributions: Interconnectivity should shield us from manipulation
by professional propagandists, but it has made us more vulnerable to puerile and simple lies...
information that would be easy to deny, but which are protected from it by collective laziness and
accelerated lifestyle.
Implications and conclusions: After decades of consolidated and successful democracy,
society faces, for the rst time, a threat that can only be eectively fought by ordinary citizens.
The propaganda and educational eort that would be needed to solve it from the institution’s
level reaches the unthinkable extreme of forced reeducation for the standardization of criteria.
It is necessary, instead, to create in the greatest number of people, the awareness of the need
for self-training in critical reading and data verication, given the growing irrelevance of the
journalist as a mediator. Or if that fails, work is needed from the media to reverse their loss of
credibility.
ABSTRACT
RESUMEN
JEL Classication:
M38, K33
Key words:
Post-truth,
ICT
hoaxes,
media,
social networks,
Fake News
Clasicación JEL:
M38, K33
Palabras clave:
Posverdad,
TIC,
bulos,
media,
redes sociales,
noticias falsas
Nº 21 Vol 21 · Primer semestre, enero-junio 2020  págs. 70 a 83
aDResearch ESIC
72
Nº 21 Vol 21 · Primer semestre, enero-junio 2020  págs. 70 a 83
1. Tema principal
El fenómeno de la mentira y la desinformación
ha sido una constante y paralela al esfuerzo de
informar desde los tiempos de William Randolph
Hearst y Charles Foster Kane, que son ejemplos
famosos de explotación comercial de información
adulterada y noticias manipuladas (D.R. Spencer,
2007, p.54) en un momento de explosión de la
importancia de la prensa escrita. Pero ni fueron
los primeros, ni serían los últimos en hacerlo. Por
no mencionar el uso deliberado del engaño no
ya como arma política sino de guerra, los errores
sinceros o los sesgos personales/institucionales
(libros de estilo) que, unidos a la disponibilidad
generada de información digital, podrían pare-
cer colectivamente responsables de una cultura
escéptica con respecto a las motivaciones de los
mass-media. El resultado más inmediatamente
obvio de esta realidad (la desconfianza hacia las
fuentes profesionales y la proliferación de infor-
mación adulterada) en el pasado reciente ha sido
la elección de Donald Trump y el éxito y posterior
enquistamiento del Brexit. J.I. Niño, M. Barquero
y E. García (2017, p.84) explican:
«La política de la post-verdad es una cultura po-
lítica en la que el discurso que se ofrece al público
se estructura fundamentalmente a base de apelar
a las emociones, sin referencias a los detalles con-
cretos de las políticas (Jeffery, 2016), y mediante
la repetición de eslóganes o consignas que ignoran
las refutaciones de hechos por parte de la oposición
(Davis, 2010). Aunque se ha descrito como un
problema contemporáneo, es posible que su tiempo
de vida sea mayor, pero se haya visto potenciado
por la propagación de las TIC».
El periodismo analógico y la prensa digital se
encuentran carentes de guías para posicionarse
ante este fenómeno, y contra los efectos perni-
ciosos que tiene para la profesión y la confianza
social en la información. Las noticias falsas y los
bulos pueden ser difundidos y aprovechados por
parte de toda clase de movimientos de carácter
político o incluso pseudocientífico para conven-
cer al ciudadano de la escasa fiabilidad de lo que
suele etiquetarse como «la información oficial»
«medios de comunicación dominantes» (Mains-
tream media) o términos similares. Considerado
«oficial» o «Mainstream» en este caso, no solo la
información de los medios públicos, sino también
la procedente de grandes grupos de titularidad
privada y, en resumen, toda aquella que contra-
diga la visión adulterada de la realidad que se
quiere defender en cada caso.
La creciente influencia de partidos políticos ex-
tremistas y de ideas perniciosas que se considera-
ban hasta hace unas décadas, marginales, eviden-
cia la amenaza para la sociedad que emana de las
nuevas tecnologías y el mal uso que la humanidad
puede llegar a darle. Las TIC están extendidas de
tal manera y son tan accesibles, que la cuestión no
es «si» serán mal utilizadas sino «cómo» «cuanto»
y «por parte de quién». Es, pues, capital que se
haga entender cuanto antes a la población general
que las fuentes de noticias digitales no son auto-
máticamente más fiables que las procedentes de
los media. Es decir: desconocer el sesgo no implica
que no exista el sesgo. Que el sesgo sea desconocido
no lo hace menos influyente en la opinión, en los
términos sentados por J.M. Eberl, H.G. Boomga-
arden y Wagner, M. (2017, p.1).
2. Desarrollo lógico
Queremos determinar qué efecto producen sobre
la sociedad y qué medidas pueden tomarse, en
un contexto en el que el intermediario tradicio-
nalmente asignado a la labor de responder por
la veracidad de las informaciones —el periodis-
ta— está abandonando la escena protagonista, en
favor de un nuevo responsable: el público. Que es
73
Profesionales y posverdad: La responsabilidad colectiva como arma contra la falacia digitalizada · págs. 70 a 83
colectivo, anónimo y por ende inimputable por
dicha responsabilidad, prestándose pues a abu-
sos que muy difícilmente se habrían permitido a
un medio tradicional. También determinaremos
qué otros sectores de la economía y la sociedad
pueden estar sufriendo los efectos de la prolifera-
ción de información falsa, y buscaremos asimismo
propuestas de futuro para dichos sectores.
Pretendemos valernos de fuentes académicas,
periodísticas y documentales, a fin de dar forma y
contexto a diversos análisis editoriales, recabando
e interpretando en el proceso antecedentes de
carácter relevante para alcanzar la comprensión
integral del fenómeno de la posverdad y la forma
en la que está afectando a mundo de la comuni-
cación, así como a otros sectores que se han visto
afectados por las consecuencias del crecimiento
de este fenómeno. Identificando las causas bus-
caremos en esas mismas fuentes guías para actua-
ciones sociales futuras.
Lo más objetivamente interesante al momento
de estudiar el actual estado de la cuestión de la
post-verdad, es conocer su procedencia e inten-
ción: Quién produce la noticia y porqué lo hace.
Sin embargo la clave de la proliferación del fenó-
meno reside en el «cómo» y la respuesta a este ter-
cer interrogante es muy clara: mediante las nuevas
tecnologías. Pero hay más preguntas que derivan
de todo esto: ¿Cómo poner freno a estas noticias
manipuladas, si es que existe un modo? En primer
lugar es importante tomar perspectiva y hacernos
conscientes de que la invención de informaciones
y su difusión -interesada o no- es una realidad que
pre-data considerablemente a la era de Internet, y
que solo la globalización informática ha llevado a
convertir una molestia en un monstruo: En 1930,
la campaña electoral del fascismo alemán cambió
la forma de comunicar en política, mezclando
un discurso fuertemente populista (la negativa a
continuar respetando el tratado de Versalles) con
la grabación de discursos radiados y el transpor-
te del candidato en aeroplano para realizar giras
relámpago capaces de alcanzar a todo el país (C.
Fisher, 2002, p.69.). Para el momento histórico,
suponía una campaña dinámica y arrolladora,
que daba a las nuevas tecnologías del momento
un uso nunca visto, tanto por cantidad como por
pura innovación. En el siglo XIX quedaba la tra-
dición, importada de América, de hacer campaña
en tren como medio de llegar a sus distritos y
caladeros de votos (J.M. Lacroix, 2006, p.326).
En el siglo siguiente, aprovechar el avión para
incluso a donde las vías férreas no podían llegar,
y la radio para llegar incluso más allá, fueron en
Alemania, una novedad de aquellos comicios, y
Alex Seaborne (2017) señala asimismo la impor-
tancia simbólica que se daba en aquel entonces a
que el candidato bajara de los cielos.
Si examinamos con detalle aquel despliegue
de medios electorales, vemos que incluía dos
elementos que permitían transmitir el mensaje
propio sin dar opción a réplica: el mitin político y
el discurso (no entrevista) radiofónico. Mediante
estos, el mensaje se entregaba íntegro y se hacía
llegar a grandes masas con simultaneidad. Ma-
sas que no tenían a mano argumentos con los
que contrastar lo que oían. Por si fuera poco, los
oponentes políticos que podrían haber aportado
dichos argumentos no empleaban de forma tan
generalizada los mismos medios de propaganda,
reduciendo hasta casi la nulidad, su capacidad
de contraataque ideológico. Hitler podía lanzar
el mensaje que mejor le acomodara e inventar-
se los datos para que encajasen en su discurso,
porque la réplica que iba a recibir siempre iba a
llegar tarde, mal y nunca: sería tardía y tendría
menos impacto emocional que su propio mensaje
sencillo.
De igual manera, un candidato inescrupuloso
o sus partidarios de forma autónoma, tienen en
aDResearch ESIC
74
Nº 21 Vol 21 · Primer semestre, enero-junio 2020  págs. 70 a 83
la manipulación y difusión digital de bulos o no-
ticias e imágenes adulteradas un medio para hacer
llegar su mensaje al público y dar publicidad a su
opción, si es que no les importa el precio (social)
a pagar.
Encontrar respuestas en cuanto al por qué
estos bulos son difundidos es algo que requiere
una aproximación multifacética: con los bulos de
intención política, el móvil ideológico/propagan-
dístico parece el más evidente: gente que con-
sidera que es legítimo mentir por sus ideas. De
nuevo, nada que no haya existido previamente en
la historia del pensamiento y la práctica política
pre-posverdad. Cuando el móvil del bulero es de
otra naturaleza, estamos ante un caso que, hipo-
téticamente, entraría dentro del campo de estudio
de la psicología, por lo inútil e improductivo del
bulo en cuestión. Por ejemplo: existen casos docu-
mentados desde tiempos remotos, como el de un
supuesto avistamiento de un carbunclo en Orán,
por parte de una fuente supuestamente fiable (tro-
pas españolas de Carlos V) en el año 1509, y que
Gerónimo Feijoo tuvo que denunciar públicamen-
te mediante una TIC de la época (la imprenta) en
sus Cartas Eruditas (1742, carta XXXVI):
«Otra lección daría à V. mrd. Para precaver en
adelante las sugestiones de especies fabulosas, si no
temiesse, que su tímida modestia le ha de disuadir
el uso de ella. Sin embargo, sirva, ò no sirva, me
resuelvo à proponerla. El remedio precautorio es,
sacar à la vergüenza à cualquiera, que por Chiste
pretenda difundir a V. mrd. algún embuste, para
que lo publique; con ello escarmentarán los demás,
que adolecen de esta jocosidad maligna. V.g. luego
que V. mrd. supo, que era falsa la noticia de el
Carbunclo de Orán, pudo nombrar en la Gazeta
inmediata el sugeto, que se la havia comunicado,
pues le conocía; con ello, así él como otros, se guar-
datían de sugerir a V. mrd. otras patrañas, por el
temor de verse descubiertos por Autores de ellas.
Más quando el sugeto, que escribe la noticia, no
es conocido, lo que se debe hazer es despreciarla.
Nuestro Señor guarde a V. mrd. &c.»
Aquí es preciso realizar una aclaración: es
evidente que, desde una definición purista, ob-
viamente la imprenta no es una TIC. No en el
sentido actual de la palabra. Se trata de una ana-
logía por parte de los autores de este artículo,
que hace referencia a las similitudes entre ambos
momentos históricos: TIC significa «Tecnologías
de la información y la comunicación» y no hace
tanto era habitual referirse a ellas como «Nuevas
tecnologías de la información y la comunicación»
(N. Castañón Octavio y M.A. Aguilar Párraga
2017, p.3). En este caso, decir que la impren-
ta era una «TIC de la época» pretende ceñirse
exclusivamente al hecho de que era, a) Nueva,
b) una tecnología y c) que revolucionó la trans-
misión de información y las posibilidades para
la comunicación de ideas. Hecho este inciso, y
volviendo sobre los bulos: Boczkowski (2016)
aborda el problema en los siguientes términos:
«Las noticias falsas han existido durante tanto
tiempo como las verdaderas. Pero un elemento
diferenciador del momento contemporáneo es la
existencia de una infraestructura de información
con una escala, un alcance y una horizontalidad
en los flujos informativos sin precedentes en la his-
toria. Facebook, por ejemplo, llega cada día a más
de mil millones de usuarios. Esta infraestructura
hace posible que la gente sea creadora de contenido
junto con instituciones de medios establecidas, y no
simple consumidora. Esto, a su vez, ha permitido
oír voces antes silenciadas, no solo en sus lugares
de origen sino también en todo el mundo. Le hemos
dado crédito a estos cambios como contribuyentes
en la ruptura de regímenes autoritarios, como en
el caso la primavera árabe. Pero estos mismos
75
Profesionales y posverdad: La responsabilidad colectiva como arma contra la falacia digitalizada · págs. 70 a 83
cambios son los que han hecho posible que una
noticia falsa sobre el Papa Francisco respaldando
la candidatura a Donald Trump fuera compartida
miles de veces».
J. A. Zarzalejos (2017) señala por su parte al
recurso permanente al victimismo, la mitomanía
política y lo que denomina «gestión de maniobras
conspiratorias» para manipular a la opinión pú-
blica. Enumera ejemplos históricos atenientes a
las consecuencias de un caso temprano de lo que
hoy llamaríamos, sin lugar a dudas, posverdad.
La publicación de la infame «Los protocolos de
los sabios de Sión». Una obra que ha fundamen-
tado el antisemitismo de generaciones enteras de
europeos y americanos, sin que los constantes
desmentidos sobre su verdadera autoría hallan
logrado marcar en el inconsciente colectivo el
hecho de que es falso. Una falsificación de la po-
licía secreta zarista la Ojrana (Figes, 2000) creada
para justificar la represión contra los judíos rusos
y desplazar el blanco de las iras populares de la
figura del Zar (ya muy cuestionada durante el
siglo XIX, con varios intentos de asesinato contra
los monarcas, algunos de ellos tan brutales como
exitosos) hacia una muy tópica cabeza de turco.
El texto fue denunciado desde el año 1921 como
un fraude, nada menos que por el Times de Nue-
va York, que señalaba cómo el texto había sido
descaradamente plagiado de un panfleto histórico
contra Napoleón III titulado Diálogo en el Infierno
entre Maquiavelo y Montesquieu (1864) (C. Vidal,
2002) La primera denuncia igual que la primera
han sido fácilmente ignoradas por quienes han
querido creer los protocolos ciertos.
J. Hernández Rubio (2019, .34) ve con pe-
simismo, y explica muy claramente la forma en
la que esta realidad de la tendencia humana a la
calumnia se entremezcla con las TIC para crear
el fenómeno de la posverdad:
«Y es que, dada la fragmentación de puntos de
vista en la difusión informativa, la postmoder-
nidad se presta a la rápida validez de rumores e
infundios. La historia nos enseña que, desde que
se inició la posibilidad de expandir noticias a tra-
vés del desarrollo de los medios, la repetición de
eslóganes e ideas no verdaderas que se remachan
ha sido una constante, en connivencia con ciertos
poderes políticos o grupos de presión (a ello hay
que sumar la utilización, a veces inconsciente, de
unos mecanismos virtuales carentes de un razo-
namiento objetivado y reflexivo). Por tanto, en
la post-verdad, el carácter deontológico que debe
residir en cualquier medio, incluso en los electró-
nicos, para salvaguardar la realidad de los hechos,
desaparece a favor de una selección de noticias
falsas (fake news), imágenes o titulares que obe-
decen a una distorsión interesada para defender
u ocultar ciertos objetivos».
3. Punto de vista y aportaciones del
autor
Una de las caras más reconocibles de la era de
la posverdad, y que contribuyó a perfilar lo que
entendemos como tal es Steve Bannon, ideólo-
go de campaña de Donald Trump y ex-director
del portal Breibart News, conocido por respon-
der ideológicamente a la derecha alternativa o
«Alt-Right» de EEUU. Bannon es el artífice de
la política de ruptura con las convenciones de la
política occidental, y responsable de la estrategia
de choque ideológico y crispación que ha se cree
ha posibilitado (junto a otros factores) el vuelco
electoral que ha llevado a Trump al despacho oval.
Alandete (2016, p.3) citado por J. Hernández
Rubio (2019, .34) habla así de la relación entre
la campaña de Trump y la posverdad:
En la era de las plataformas sociales, se compite
con impostores que disfrazan las mentiras de ri-
aDResearch ESIC
76
Nº 21 Vol 21 · Primer semestre, enero-junio 2020  págs. 70 a 83
gor, buscando publicidad, dinero o influencia. Hay
quien las difunde para sacar rentabilidad política
como el propio Trump, que en 2012 cuando ya
tenía puesta su mirada en la Casa Blanca incor-
poró a sus discursos y dio pábulo al bulo de que
el presidente Obama no había nacido en EE.UU,
sino en Kenia. En Facebook, cuando una mentira
se comparte cientos de miles de veces y se cuela en
el ciclo informativo, se crea una burbuja. Usuarios
que siguen a Trump o que se declaran republica-
nos pueden ver en sus muros solo informaciones
falsas y no otras reales, como las maniobras del
presidente para no pagar impuestos o sus muchas
declaraciones machistas o racistas…
La posverdad tiene efectos y subproductos más
allá del entorno de la política. Por ejemplo en
los ámbitos publicitario y empresarial (C. Lema
Devesa, 2018). Grupos empresariales, como los
vinculados a sectores sensibles como el financiero
o el eléctrico deben replantear la forma en la que
diseñan su comunicación para cambiar de un
enfoque orientado a la transmisión de informa-
ción, a otro que, sin descuidar ese aspecto, cuente
con un potencial fuerte para el desmentido de
información falsa: adquiera esta la forma de un
bulo, un rumor, una manipulación, o lo que una
portavoz del propio Trump llamó una vez «Hechos
alternativos» (A. Mars, 2017). La intermediación
del periodista, a causa del deterioro de la situa-
ción económica y de los códigos deontológicos,
ha desaparecido como salvaguarda contra estos
peligros. Tal como dijo Katharine Viner (The
Guardian, 12 de julio de 2016) las consecuencias
de la transición analógico-digital no son solo de
carácter tecnológico (Fombona, et al, 2011, p.14)
sino también de carácter cualitativo en cuanto a lo
humano, y en lo referente a ética del trabajo que
se desempeña a consecuencia de dicho cambio.
Ello ha dejado el campo abierto a la proliferación
de un antiguo vicio informativo, y lo ha conver-
tido en norma y en un monstruo incontrolable:
la ausencia de comprobación de las fuentes y
las informaciones, y la redacción interesada o
adulterada de estas. Volviendo a J. A. Zarzalejos
(2017): «La tecnología, con el arrasamiento de la
intermediación periodística, ha desmoralizado el
relato periodístico y ha difuminado los atributos
que le aseguraban un rol social de control y relato
de la verdad».
Es imperativo para el futuro del periodismo
encontrar una corrección a este vicio, pues la
elaboración de la información ha caído en ma-
nos de lo que antes era considerado el público
de la información, y que ahora se ve convertido
en su autor, como arroja el trabajo de Caldevilla
(2008) «La Red permite ahora convertir el medio
en una plataforma de comunicación en la que el
oyente no sólo tenga la oportunidad de consumir
diferentes contenidos, sino también de participar
en su producción». Además, esta información
llega ahora con más facilidad que nunca a sec-
tores de la población que no están mínimamente
formados para su interpretación, prestándose a
ser manipulados mediante ella (Agudo-Prado,
M.; Pascual-Sevillano, M. y Fombona, J. 2012,
p.198). D. Caldevilla (2010, p.55) lo expresa así:
«Un Blogger puede publicar un artículo y de forma
inmediata, éste ser leído en cientos de puntos del
mundo simultáneamente. Unos segundos después,
puede haber sido comentado por varios usuarios,
y a su vez, algún internauta ha podido considerar
valioso su contenido por lo que lo ha enlazado
a una de las páginas resortes que hacen que ese
mismo artículo sea leído, con mayor accesibilidad,
por muchas más personas».
Este imperativo de adaptación ha empezado
a materializarse en iniciativas como el Consor-
cio Internacional de Periodistas de Investigación
(ICIJ, por sus iniciales en inglés): grupo de inves-
77
Profesionales y posverdad: La responsabilidad colectiva como arma contra la falacia digitalizada · págs. 70 a 83
tigación que, entre otras cosas, destapó el escán-
dalo de los Papeles de Panamá; también a través
de páginas web que ofrecen a los internautas com-
probar las noticias que surgen o que les envían
(algunas nacidas únicamente con este fin y otras
más especializadas aún, solo para contrarrestar
los «hechos alternativos» de la administración
Trump; BBC, 2017) mientras que otras se orien-
tan a redes sociales, donde el problema de la acep-
tación acrítica y parcial de hechos falsos es más
predominante, como en Twitter, donde la cuen-
ta @Malditobulo lleva ya varios años dedicada a
desmentir falsedades y foto-montajes, habiendo
ampliado recientemente su actividad al combate
contra información científica falsa o sesgada, con
su cuenta hermana «@Malditaciencia». Coinci-
diendo con la toma de control de la generación
«Millenial» se produce un progresivo fenómeno
de descrédito de los medios de comunicación o
mass-media a favor de las redes sociales, donde
completos desconocidos ganan importancia ante
el público frente a periodistas fiscalizables. ¿Cómo
es esto posible? porque para ellos es mucho más
sencillo «dar la razón a su público» (P. Muñoz
Sanhueza y M.D. Montero Sánchez, 2017, p.97):
«El fenómeno de la posverdad cambió la forma
en la que se hace política en el mundo. En 2016
hubo dos procesos, el referéndum del Brexit y la
candidatura presidencial de Donald Trump en
2016, que supieron sacar dividendos de la realidad
contradictoria que se vivía en ese momento. Por
un lado, algunas instituciones habían ido deca-
yendo en credibilidad y, por otro, las redes sociales
convertidas en un medio creíble para acceder a la
información».
B. Echevarria (2017, p.10) añade:
«En las semanas que siguieron a la elección de
Donald Trump, descubrimos cómo otro tipo de
mentiras se habían filtrado entre determinadas
audiencias sin que los medios las detectáramos. El
papa Francisco apoyaba a Trump frente a Hillary.
La candidata calificó de panda de perdedores a los
seguidores de Bernie Sanders durante una charla
con ejecutivos de Goldman Sachs. O, rizando el
rizo, Clinton era parte de un entramado sexual
con componentes de pedofilia que tenía como cen-
tro una pizzería de Washington DC. Todo falso.
Y todos titulares que acabaron siendo más com-
partidos que las exclusivas del Times o del Post,
según un estudio de BuzzFeed. Mientras los me-
dios poníamos nuestra maquinaria a contrastar
cada frase de los candidatos, otra maquinaria
más ligera, barata y nacida en y para Facebook
se convertía en la dieta fundamental para la bur-
buja conservadora antisistema. A ese entramado
nadie le hizo fact-checking, no hasta que ya era
demasiado tarde».
A.White (2017) cree que esta pérdida de in-
fluencia es una derivación de la estrategia comer-
cial de las empresas tecnológicas, y apunta a una
relevante faceta del entorno de la comunicación
actual: la posibilidad de que los trabajadores de
una empresa tomen iniciativas por iniciativa pro-
pia, al margen de la empresa, más allá de las ya
conocidas movilizaciones laborales:
«The row underscores growing concern over how
internet giants like Google and Facebook have
grown rich by using technology to impoverish
traditional publishing and news media. Critics say
they have become powerful by exploiting news
through use of stealth technology, but they have
little if any understanding or regard for the public
purpose of journalism.
This may explain why in the aftermath of the US
presidential election the issue of fake news on the
internet created a firestorm in media circles. For
months before Donald Trump’s election critics
aDResearch ESIC
78
Nº 21 Vol 21 · Primer semestre, enero-junio 2020  págs. 70 a 83
accused Facebook of allowing false and hoax news
stories to spread freely across their news feeds.
It even led to an internal rebellion. A group of
Facebook staff, according to The Guardian, created
an unofficial task force to question the role of the
company amid a larger, national debate over the
rise of fake and misleading news articles on a
platform».
Volvemos nuevamente a los múltiples ámbi-
tos en los que la posverdad se manifiesta: lejos
de ser tan solo un fenómeno de carácter políti-
co, para el que solo el ámbito comercial cuenta
con una regulación explícita (J.L. Lerma Galán,
2018, p.96). Pero de la misma manera en que
siempre ha habido control y adulteración de la
información que se transmitía entre reyes, países
y/o partidos, lo mismo ha pasado entre los pro-
veedores y los clientes, minoristas y mayoristas, y
entre médicos y pacientes. Asistimos socialmente
impotentes y desesperados como profesionales
al ataque de las teorías conspirativas contra «la
medicina tradicional» «la ciencia convencional»
«la corrección política» y mil epítetos más que
disfrazan de línea de investigación alternativa y
respetable, prácticas cuyo objeto último es enri-
quecer u otorgar poder y credibilidad a indivi-
duos sin escrúpulos a costa de la gente (W. Davies,
2016). Por ejemplo, la ya citada cuenta de Twitter
«Maldita Ciencia» ha desmentido el enésimo bulo
sobre los efectos negativos de las vacunas en el
desarrollo de los bebés (2018): un tópico que
lleva en circulación casi tanto tiempo como las
campañas de vacunación masiva, bajo distintas
iteraciones. Como el de que la composición de
estas inyecciones causan retraso del desarrollo
intelectual, o –en el summun de lo absurdo- que
forman parte de una intrincada conspiración para
controlar las mentes de la población y hacerla
apática a los abusos del poder. I.Fernández Bayo,
O. Menéndez y J. Fuertes (2019, p.30) señalan
respecto al bulo en general, dirigiéndose al inves-
tigador y al periodista como sujetos a un deber
de constituirse en fuentes fidedignas:
«Los bulos sin fundamento circulan con profusión
por las redes, así que no contribuyas a la difusión
de spam, noticias falsas o publicidad. Antes de
reenviar piensa si es aceptable la información y si
tienes dudas es mejor contrastar antes. La rapidez
es importante, pero la veracidad mucho más. Si
puedes, intenta difundir los argumentos y datos
que rebaten esos bulos para frenar su difusión».
Pero mientras esas y otras teorías similares se
mantienen vivas en recónditos en mentes y reposi-
torios recónditos de Internet, análogamente a baci-
los de desinformación, cadenas de televisión en las
que la sociedad confía para que le muestre material
veraz y/o riguroso, dan pábulo al género pseudo-
documental. No falsos documentales (un género
de ficción legítimo) sino cintas con pretensión de
veracidad y rigurosidad, pero una supina incom-
prensión de lo que ello implicaría, cuya falta de
objetividad y trabajo serio es su seña de identidad
más notable. Amén de una poco cuidada estructura
de guion, haciendo afirmaciones que se contradi-
cen abierta e inmediatamente con lo que muestra
la pantalla, como observó R. Black (2012) respecto
a la serie de documentales «Ancient Aliens» en su
publicación del Instituto Smithsonian:
«Ancient Aliens is some of the most noxious sludge
in television’s bottomless chum bucket. Actual ex-
perts are brought in to deliver sound bites that are
twisted and taken out of context while fanatics are
given free reign [sic]. Fiction is presented as fact,
and real scientific research is so grossly misrepre-
sented that I can only conclude that the program
is actively lying to viewers. To present the show
as a documentary, on a non-fiction network, is a
loathsome move by the History Channel spinoff».
79
Profesionales y posverdad: La responsabilidad colectiva como arma contra la falacia digitalizada · págs. 70 a 83
Siguiendo a R. Black (2012), estos espectácu-
los manipulan los datos y emplean sospechosas
cantidades de tiempo en lanzar ataques contra lo
que denominan «Mainstream science» (Ciencia
convencional, como hemos dicho antes: medios
de masas, corrección política, ciencia convencio-
nal…) amparándose en, y abusando de la libertad
de opinión, que ellos creen que les autoriza a
ignorar las pruebas o la carencia de estas, interpre-
tándolas de forma distinta según convenga a sus
postulados. Este tipo de producciones no parecen
un menoscabo para la instrucción pública, hasta
que nos percatamos de que su constante encaje en
canales especializados y en todos los horarios ha
de deberse tanto a un bajo coste de adquisición,
como a una buena respuesta por parte del público
(«Ancient Aliens» ha llegado a terminar nada me-
nos que 8 temporadas) ni hasta que pensamos en
el origen americano del documental, y en cómo
en esas latitudes crecen y prosperan el Alt+right,
o movimientos vinculados a ellos pero que ganan
apoyo de forma muy visible, como el creciente
conflicto creacionista-evolucionista en el sistema
educativo americano, o el más increíble aún mo-
vimiento terraplanista (Flat Earth Society, 2018).
En individuos adultos y formados (el director de
la FES fue ingeniero) estas obcecaciones y deseo
de aceptación de sus ideas solo pueden ser ex-
plicados –si descartamos las explicaciones que
implican mala fe- a causa de una personalidad
sugestionable, tal como la describen H. González
Ordi y J.J. Miguel-Tobal (1999, p.57):
«Los fenómenos de sugestión y sugestionabili-
dad son probablemente unos de los aspectos del
comportamiento humano que más han llamado
la atención desde la antigüedad, hasta el punto
que algunos autores han llegado a postular que
es una de las características más dominantes del
ser humano, refiriéndose a nuestra especie como
el «animal sugestionable» (Sidis, 1898). […] A
través de los datos obtenidos con el I.S. podemos
decir que los individuos altamente sugestionables
se caracterizan por ser personas con una marcada
tendencia a dejarse llevar por la imaginación y
fantasear acerca de las cosas que les ocurren o
podrían ocurrirles, por tener una buena capacidad
para focalizar su atención y abstraerse con sus
propios pensamientos o sensaciones, por implicarse
emocionalmente en sus experiencias cotidianas
y dejar que los demás influyan en sus actitudes,
pensamientos y estado de ánimo».
4. Repercusiones y conclusiones:
La mentira ha sido siempre una herramienta
política. No en vano, Platón dijo «Si alguien hay
que pueda tener el privilegio de mentir, a los go-
bernantes del Estado debe corresponder dicho
privilegio.» En un sentido más democrático, ha
sido entendida socialmente como parte de la li-
bertad de expresión, debate, pensamiento y del
derecho a la mejor defensa judicial posible. La
consecuencia más directa acaba siendo la pérdida
de credibilidad de los políticos, los partidos y los
medios de comunicación que toman parte por
unos u otros. Casos recientes, importantes y sobre
todo flagrantes en los que la verdad ha sido retor-
cida en exceso en pro de un objetivo ideológico
(caso de las Armas de Destrucción masiva de Irak,
con la administración Bush) empeoran significa-
tivamente la tendencia, siendo en buena parte
responsables de la actual situación. Cuando a la
mezcla se añade la interconectividad global actual,
y el acceso directo a la información que nos han
traído las TTIICC, el resultado es un creciente
número de personas buscando en internet no el
contraste de la información, sino medios que les
re-afirmen en sus prejuicios vitales. La manipula-
ción informativa ya no es monopolio de grupos de
presión, comunicación o de los famosos lobbys:
aDResearch ESIC
80
Nº 21 Vol 21 · Primer semestre, enero-junio 2020  págs. 70 a 83
ahora la producen errores bienintencionados de
ciudadanos amateur, así como de militantes de
base de toda causa imaginable, cuya eficacia co-
municativa personal e individual solo depende
de su grado de actividad y compromiso con su
labor, y no de la rigurosidad.
Se trata de grupos acostumbrados a hacer pro-
selitismo digital -porque nunca han contado con el
tipo de cobertura mediática que necesitaban: una
controlada por ellos- que pescan en el rio revuelto
del flujo de público que huye los mass media y
la información oficial, desembocando en la red,
captando conversos entre los más susceptibles,
como hacen las sectas. Y sensibilizando a los me-
nos susceptibles hasta unos puntos muy alejados
de lo que habrían sido capaces hace veinte años.
Hoy han sido capaces de saltar a esos medios tra-
dicionales con los que existe mutuo desprecio, e
incluso al ámbito político. Pero también intentan
que se abra la veda en la academia, que al menos
parece estar reaccionando con campañas para fre-
nar el crecimiento de la fe en la homeopatía y las
«terapias alternativas». De la misma manera, los
periodistas se ven abocados a salvar su profesión
y a hacerlo sin la ayuda solidaria de sus empresas,
que los cubren solidariamente en las causas judi-
ciales pero no quieren o no pueden poner freno a
la precarización que en buena medida ha dejado
la puerta abierta para los oportunistas. Desde el
sector público, la precarización es algo atacable
con garantía de resultados más o menos rápidos,
tomando medidas directas, como la sempiterna
reclamación de una subvención al papel-prensa.
Agrupados de nuevo en corporaciones enteramen-
te integradas por periodistas, los profesionales dis-
puestos a sacrificarse están en disposición de em-
plear las mismas armas de la posverdad contra ella:
las redes sociales, el deseo de «likes» y «clicks» y
la duda permanente sobre la información. En el
ocaso del periodismo, los profesionales que que-
dan están aprendiendo de nuevo a comprobar la
información y a desmentir a los mentirosos. Desde
la sociedad y los individuos, se pueden llevar a
cabo medidas formativas destinadas a concienciar
a los ciudadanos de la necesidad de desarrollar
urgentemente una conciencia crítica de la realidad.
Una verdad que puede llevar años comprender
y aplicar a una persona y que, por tanto, bien
merecería ser introducida en los programas de
filosofía o ciudadanía en los institutos. La tenden-
cia histórica de la humanidad a recurrir al bulo,
mezclada con la marcada dificultad del individuo
para aceptar hechos contrarios a su concepción
del mundo y –al contrario- su rápida y acrítica
aceptación de los hechos que si concuerdan con
dicha cosmovisión, se conjuran en este caso para
crear ciudadanos menos que ideales expuestos a
medios de comunicación «libres» con el poten-
cial de hacerlos peores. Nos encontramos ante el
que podría ser el equivalente de las democracias a
esos «hombres nuevos» que los totalitarismos del
siglo XX dijeron buscar para que encajasen en sus
distopías genetistas y materialistas: las democra-
cias necesitan construir cuanto antes los medios
que permitan aspirar no a un hombre, sino a un
«ciudadano nuevo» que entienda y asuma con
seriedad su papel responsable como miembro de
la sociedad.
81
Profesionales y posverdad: La responsabilidad colectiva como arma contra la falacia digitalizada · págs. 70 a 83
Bibliografía
Agudo-Prado, M.; Pascual-Sevillano, M. y Fombona, J.
(2012) «The use of digital tools among the elderly» Revista
Comunicar 20 (39), 193-201.
Alandete, D. (27 de noviembre de 2016). Cómo combatir la
posverdad. El País. Recuperado de https://elpais.com/inter-
nacional/2016/11/25/actualidad/1480100158_950698.
html
BBC (2017) «Hechos alternativos»: la primera guerra de
Donald Trump como presidente es contra los medios de
comunicación. Portal BBC.com. Disponible en: https://
www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-38718106.
Consultado el 12/05/2018.
Black, R. (2012) The Idiocy, Fabrications and Lies of An-
cient Aliens. Web del Instituto Smithsonian. Disponible en:
https://www.smithsonianmag.com/science-nature/the-idio-
cy-fabrications-and-lies-of-ancient-aliens-86294030/. Con-
sultado el 07/11/2019.
Boczkowski, P. (2016) Las noticias falsas y el futuro del pe-
riodismo la postverdad. Revista Anfibia. Disponible en:
http://www.revistaanfibia.com/ensayo/la-postverdad/
Caldevilla, D. (2008) El nuevo modelo de comunicación a
partir de las redes sociales y las TT.II.CC. Revista de Comuni-
cación de la SEECI. Nº 16. Julio. Páginas: 115-145. DOI:
http://dx.doi.org/10.15198/seeci.2008.16.115-145
Caldevilla, D. (2010) Las Redes Sociales. Tipología, uso y
consumo de las redes 2.0 en la sociedad digital actual. Do-
cumentación de las Ciencias de la Información, vol. 33, 45-68.
Castañón Octavio, N.; Aguilar Párraga, M. A. (2017) Análi-
sis comparativo de las políticas públicas en tecnología edu-
cativa. Revista de Comunicación Vivat Academia. Nº 140,
1-15. DOI: http://doi.org/10.15178/va.2017.140.1-15
Davis, R. (2010). Post-truth politics. Recuperado de: http://
grist.org/article/2010-03-30-post-truth-politics/
Davies, W. (2016) The Age of Post-Truth Politics. The New
York Times. Disponible en: https://www.nytimes.com/2016/
08/24/opinion/campaign-stops/the-age-of-posttruth-poli-
tics.html?_r=0. Consultado el 10/05/2018.
Eberl, J.M. , Boomgaarden, H.G. y Wagner, M. (2017). One
Bias Fits All? Three Types of Media Bias and Their Effects
on Party Preferences. Communication Research, 44 (8).
1125-1148.
Echevarria, B. (2017). Más ‘fact-checking’ contra la posver-
dad. Cuadernos de Periodistas, Asociación de la Prensa de
Madrid. Recuperado de http://www.cuadernosdeperiodis-
tas.com/mas-fact-checking-la-posverdad [Consultado: 10-
11-2019].
Fernández Bayo, I., Menéndez, O. y Fuertes, J. (2019). La
Comunidad Científica ante las Redes Sociales. Guía de Ac-
tuación para Divulgar Ciencia a través de ellas. Unidad de
Cultura Científica (UCC) de la OTRI-UCM. Disponible en:
https://www.ucm.es/data/cont/docs/1334-2019-03-27-
Gu%C3%ADa%20de%20actuaci%C3%B3n%20def%20
2019%20WEB.pdf
Hernández Rubio, J. (2019). Internet y Posmodernidad: un
soporte de comunicación tan necesario como irreverente en
la actualidad. Necesidades pedagógicas. Vivat Academia. Re-
vista de Comunicación. Nº 146, 21-41.
FES (2016). Sitio Web de la Sociedad Tierra Plana (Flat Earth
Society). Disponible en https://theflatearthsociety.org/home/.
Figes, O. (2000). La revolución rusa (1891-1924). La tragedia
de un pueblo. Edhasa, Barcelona.
Fisher, C. (2002). The Rise of the Nazis (El ascenso de los Na-
zis, 2nd ed). Manchester University Press. Manchester.
Fombona, J.; Pascual, M.; Iribarren, J. y Pando, P. (2011).
Transparent Institutions. The journal of Systemics, cybernetics
and informatics 9 (2) 13-16.
González Ordi, H. y Miguel-Tobal, J.J. (1999). Característi-
cas de la sugestionabilidad y su relación con otras variables
psicológicas. Revista Anales de psicología, vol.15, nº1, 57-75.
Disponible en: http://revistas.um.es/analesps/article/viewFi-
le/31081/30241.
Jeffery, T. (26de junio d2016). Britain Needs More Democra-
cy After the EU Referendum, Not Less. The Huffington Post.
Recuperado de: www.huffingtonpost.co.uk/tomjeffery/bri-
tain-needs-more-democr_b_10699898.html
Lacroix, J.M. (2006) Histoire des États-Unis, Presses Univer-
sitaires de France, Paris.
Lema Devesa, C. (2018) Tendencias actuales del derecho de
la publicidad: la problemática autorregulación publicitaria
en España. Methaodos. Revista de ciencias sociales, 6 (1):
7-15 DOI: http://dx.doi.org/10.17502/m.rcs.v6i1.225
Lerma Galán, J.L. (2018) La protección constitucional del
consumidor frente a la publicidad engañosa. Methaodos.
Revista de ciencias sociales, 6 (1): 94-107 DOI: | http://dx.
doi.org/10.17502/m.rcs.v6i1.209
aDResearch ESIC
82
Nº 21 Vol 21 · Primer semestre, enero-junio 2020  págs. 70 a 83
Seaborne, A. (2017) Proyecto Nazi. Midnight Oil Pictures,
Londres.
Maldita Ciencia (2018, 7 de junio) No, no hay evidencias
de que las vacunas causen autismo. Maldito bulo. Disponible
en: https://maldita.es/malditaciencia/no-las-vacunas-
no-causan- autismo/
Mars, A. (2017) La casa blanca defiende que hay «hechos
alternativos» para analizar la realidad. El País, 23 de enero
de 2017. https://elpais.com/internacional/2017/01/22/esta-
dos_unidos/1485111258_732145.html
Muñoz Sanhueza, P. y Montero Sánchez, M.D. (2017) Me-
dios de comunicación y posverdad: Análisis de las noticias
falsas en elecciones presidenciales de EE. UU. de 2016. De-
partamento de Medios, Comunicación y Cultura Universidad
Autónoma de Barcelona, Trabajo Fin de Máster en Medios,
Comunicación y Cultura. Recuperado de: https://ddd.uab.
cat/pub/trerecpro/2017/hdl_2072_293813/TFM_Priscilla_
Munoz.pdf [Consultado: 10-11-2019].
Niño González, J.I., Barquero Cabrero, M. y García García,
E. (2017) Opinión pública e infoxicación en las redes: los
fundamentos de la post-verdad. Revista de Comunicación Vi-
vat Academia. junio-septiembre, nº 139, 83-94 https://doi.
org/10.15178/va.2017.139.83-94
Spencer, D.R. (2007) The Yellow Journalism. Northwestern
UP. Seattle.
Vidal, C. (2002) Las fuentes de inspiración de los Protoco-
los. Portal conoce.com. Disponible en: http://www.conoze.
com/doc.php?doc=1656. Consultado el 10/05/2018
Viner, K. (2016) «¿Qué es la verdad? Reflexiones sobre el
estado del periodismo actual». The Guardian, 12 de julio de
2016. Disponible en: https://www.theguardian.com/me-
dia/2016/jul/12/how-technology-disrupted-the-truth.
[Consultado: 10-11-2019].
White, A. (2017) Four Things to Learn from the Facebook
Fiasco. Ethical Journalism Network. Recuperado de: https://
ethicaljournalismnetwork.org/four-things-to-learn-from-
the-facebook-fiasco. [Consultado: 10-11-2019].
Zarzalejos, J. A. (2017) Comunicación, periodismo y «fact
checking». Revista UNO, nº 27, p.11. Disponible en: https://
www.revista-uno.com/wp-content/uploads/2017/03/
UNO_27.pdf