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Asociacionismo y marketing en la transformación de barrios históricos hacia destinos turísticos · págs. 86 a 103
Nº 19 Vol 19 · Primer semestre, enero-junio 2019 págs. 86 a 103
un lujo. En la actualidad, se observa todo lo con-
trario: el consumidor busca ser protagonista de
su propia experiencia (Novelli, 2005).
Pine y Gilmore (1999), Schmitt (1999) y Jun
Song, Lee, Park, Hwang y Reisinger (2015) con-
sideran el turismo experiencial como un tema
relevante para objeto de estudio en el ámbito del
comportamiento del consumidor. Dichos auto-
res aluden a la idea de que el modo de hacer
marketing ha evolucionado poniendo el foco en
la «experiencia» y en el análisis del consumidor
como participante en la experiencia de consumo
y disfrute del producto o servicio.
En esta mirada experiencial, al consumidor se
le considera racional pero también emocional, co-
mo un individuo que se ocupa por experimentar
experiencias de placer (Schmitt, 1999).
Ante todos los cambios expuestos, se gene-
ran nuevas oportunidades y desarrollos para el
modelo turístico tradicional, debido a un consu-
midor cada vez es más exigente y en busca expe-
riencias únicas. Surge, así, el turismo experiencial
o emocional (García Henche, 2017).
Cuando se habla de turismo experiencial se hace
referencia a experiencias de todo tipo, como puede
ser visitar museos, mercados tradicionales, presen-
ciar festivales, realizar cursos sobre gastronomía o
enología, etc., dónde el consumidor o turista apare-
ce como el protagonista de su propia experiencia y
donde la experiencia se vincula, también, al perso-
nal que suministra el servicio, el entorno físico y la
historia del lugar dónde se sitúa (Mossberg, 2007).
King (2002) apela a la idea de re-organizar el
marketing de los destinos, ya que ya no resulta
necesario promocionar los lugares como se hacía
años atrás; ahora es necesario lograr generar ex-
periencias que realmente conecten al consumidor
con los destinos visitados.
En este nuevo modo de interacción con el tu-
rista, que se define como turismo experiencial,
los productos y servicios ofrecidos buscan una
interacción directa, humana y personalizada con
el turista. El objetivo es conseguir la generación
emociones positivas en el visitante integrando
elementos culturales e intentando hacer vivir las
tradiciones del destino (García Henche y Salvaj,
2017; Molina, Martín, Esteban y Díaz, 2007).
2.2. Barrios históricos y su posicionamiento
como destinos de turismo experiencial
La definición de turismo urbano lleva incorporada
la cultura en sus múltiples formas: patrimonio,
lengua, hábitos, creaciones artísticas, tradiciones y
gastronomía. Es decir, turismo urbano es un fenó-
meno social, cultural y económico relacionado con
el movimiento de las personas a lugares que se en-
cuentran fuera de su lugar de residencia habitual
y que se desarrolla específicamente dentro de una
ciudad (o cualquier espacio geográfico urbano) y
que llevan incorporados un carácter y dimensión
cultural a través de las distintas experiencias que
los viajeros viven a lo largo de la estancia. Además,
el turismo cultural y urbano constituye una herra-
mienta de conservación del patrimonio (Morère,
Perelló, Dell’Orto, V. y Martín, 2013)
Magadán y Rivas (2012) definen el turismo
cultural como un espacio dónde los consumido-
res visitan o participan con el fin de conocer de
cerca manifestaciones artísticas y culturales del
mismo. Por lo general viene dado por un período
de tiempo reducido y es altamente flexible, ya que
mezcla cultura con otras posibles actividades y
motivaciones que puedan surgir.
Por otro lado, el pasado septiembre 2015 la
Organizaciones de las Naciones Unidas, se pro-
puso como meta el cumplir con las Metas del
Desarrollo Sostenible para el año 2030. Algunas
de dichas metas enfatizan en la importancia de
incluir al patrimonio cultural en la agenda inter-
nacional para vincularlo con el rol predominante
de generar ventaja competitiva y lograr diferen-
ciación.
El turismo puede ayudar a la conservación
del patrimonio, estimular la actividad comercial,
promover el mantenimiento de los servicios ur-
banos (Barrera, Arista y Azevedo, 2014), además
de otros efectos positivos. Pero también hay que
ser conscientes de los impactos negativos en los
espacios históricos, como la masificación del es-
pacio y de los servicios locales.
Las ciudades con recursos históricos tratan de
atraer turistas planificando y gestionando su pa-
trimonio cultural teniendo en cuenta los impactos
del turismo sobre el mismo. Así, las ciudades con
más carga turística tratan de distribuir el flujo de
viajeros, descongestionando las zonas históricas
más céntricas. El objetivo principal de estas accio-
nes es generar beneficios del turismo al conjunto
de los barrios de dichas ciudades.
El patrimonio cultural posee un papel de di-
namizador socioeconómico y favorece el desa-
rrollo local a través de la explotación del turismo
cultural. Pero, si el patrimonio va más allá de
lo puramente cultural, transformándose en un
potencial recurso económico, debe ser protegido
para garantizar su continuidad y sostenibilidad
(Camarero y Garrido, 2004). Fortalecer el aso-
ciacionismo y las redes entre quiénes componen
la oferta cultural, comercial y turística de barrios
históricos de las ciudades con una fuerte oferta de
turismo cultural, resulta fundamental para el de-
sarrollo y sustentabilidad urbana de los mismos.
Ante la tendencia creciente de la globalización
y del turismo experiencial, la transformación de
los espacios geográficos con patrimonio cultural
se ha convertido en una oportunidad para el de-
sarrollo y dinamización económica y social. Man-
teniendo las características originales de dichos
espacios: predominio de la pequeña empresa,
importancia de las relaciones locales, estructuras
inter-empresariales basadas en la red, frente a las
estructuras jerárquicas, y aprovechamiento de los
bienes históricos y culturales (Amin y Robins,
1992), es posible desarrollar entornos únicos al-
tamente valorados y demandados por los turistas
(Sainz, 2015; García Henche y Salvaj, 2017).
Algunos barrios singulares de las ciudades,
fuera de los circuitos más turísticos, donde no
hay grandes monumentos ni iconos visuales que
atraigan millones de visitantes cada año, son va-
lorados por un nuevo tipo de visitante que huye
de las multitudes y concede más valor a las alter-
nativas culturales, culinarias, artísticas, sociales o
creativas en general.
Las nuevas tendencias en la industria han pro-
piciado la aparición y el crecimiento de la oferta
de turismo urbano de experiencias a las que dan
respuesta los barrios «destino turístico» o «barrios
singulares», como es el caso del Barrio de Las Letras
y de Barrio Italia. La oferta cultural, comercial y de
ocio de dichos barrios supone una adaptación y
remodelación de un casco histórico que oferta nue-
vas experiencias a los turistas con nuevas necesida-
des y, a todo ello, ha contribuido el asociacionismo
y las redes de colaboración del pequeño comercio
emprendedor de la zona, junto con instituciones
culturales ubicadas en dichos barrios.
Existe una gran oportunidad de investigación
en este ámbito, ya que no existen hasta la fecha
metodologías sistemáticas para gestionar adecua-
damente patrimonio cultural junto a desarrollo
territorial y urbano sustentable (Bandarian y Van
Oers, 2012; Riganti y Nijkman, 2008).
El objetivo de este estudio es conseguir un
acercamiento a esta realidad en el caso de la ciu-
dades de Madrid y Santiago de Chile, donde de-
terminados barrios se convierten en espacios que
reivindican el estilo de vida local y la singularidad
como experiencia turística para ese consumidor
experiencial que busca alejarse de ese turismo